Ves desgracias en el mundo y piensas: pues no estoy tan mal... pero no estoy. No estoy conmigo mismo. Necesito un cambio pero no sé hacia dónde.
Yo tenía un mundo, no era de color de rosa pero las cosas tenían un objetivo, una razón, y siempre había algo que me llenaba de ilusión. Casi no recuerdo ni cómo se escribe esa palabra... ¿lleva acento? ¿va con H? Puede que sí... demasiadas H en cada palabra, demasiadas H en cada gesto.
Ni siquiera la búsqueda de compañía me sacia. No tengo ganas de demostrar que soy bueno para cualquiera. Ya lo hice en su momento de mi nueva era, y sólo recibí otra H. Una H amarilla, que me envolvió de sinceridad hasta romperme. Almenos me hizo sentir vivo, pero caí en la estupidez de textos de princesas, de caballeros desarmados, cuando creo que en realidad sólo quería mi espada. Creíste que tú eras el puente pero no, el puente fui yo... y sin querer, me quedé encorvado cuando pasaste, como si de cuerdas secas y maderas viejas se tratara.
Cada vez que creo encontrar algo parecido a lo que sentí, vuelvo a cometer el mismo error. Como ya dije una vez, tropiezo mil veces con la misma piedra: Debe ser que el alma no tiene memoria, pero la memoria recuerda sus errores. O puede que me esté engañando a mí mismo.
Y tú, que estás ahí pero no estás, quiero llamarte, sentir un abrazo en la distancia, pero el día ya es suficientemente frío como para agregar más hielo.
¿Y ahora? Pues como siempre: un texto, unas palabras, ningún lector, y silencio...
Al final, creo que es cierto lo que me pasa por la cabeza: Hoy se escribe con H....