Ya he aprendido lo que duele un golpe en la cara,
el daño que hace un mensaje desafortunado,
el no aprovechar oportunidades
o el mandarlas a tomar por saco.
Ya he aprendido a escuchar a quien me habla,
a hacer caso omiso de lo que me cuenta,
a ocultar lo que tengo dentro
y a mostrarlo si me interesa.
Ya he aprendido a ser cobarde,
a bajarme los pantalones,
a regalarte mis calzones
y quedarme con el culo al aire.
Ya he aprendido a callar cuando me toca,
a limitar las tonterías que suelto por la boca.
Ya he aprendido a despedirme a tiempo,
a desaparecer cuando ya no pinto nada,
a saber cuándo debo irme,
a aparecer cuando me da la gana.
Ya he aprendido a huir de mis errores,
a poner el rabo entre las piernas y bajar la cabeza,
a reconocer cuándo y cuánto he perdido,
a mandarlo todo a la mierda.
lunes, 8 de octubre de 2012
jueves, 6 de septiembre de 2012
Para la chica del autobús
De forma cobarde, escondiéndome tras
una pantalla y un texto que seguramente nunca leerás, trataré de decir con
palabras lo que te expreso con la mirada cada vez que, por casualidad,
coincidimos en el autobús:
Cada día me levanto para ir a
trabajar y, para hacer más ameno el trayecto, enciendo la música de mi móvil.
Ayer tocó rap, anteayer sonaron unas baladas, y hoy me he limitado a volver a
escuchar a mi grupo favorito de toda la vida.
De forma aleatoria, alzo la
mirada y, con un barrido, observo a las personas que me rodean. Normalmente
suelo ignorarlas de la misma forma en que soy ignorado, pero siempre hay
alguien, que por alguna razón, te llama la atención:
- La camisa de ese chico me gusta y le queda muy
bien. Me gustaría estar como él.
- Qué chica más maja esa de allí pero, ¿qué le
pasará? Parece triste…
- Señora, ¿no ha considerado hacer una dieta? Aquí
tenemos que sentarnos dos.
- Señor, ¡dúchese por favor!
Y todo en silencio. Creo que a
veces hablo más en silencio que pronunciando palabras. No tienes que perder el
tiempo en expresarme. Basta con imaginar el concepto.
Y de repente, veo que subes al
autobús, con tu mirada tímida, tus ojos dirigidos hacia el suelo, tus pasos
cortos, tu vestido que muestra sin mostrar… La primera vez que coincidimos, o
que te vi, te sentaste a mi lado y me sentí afortunado. No tendría que aguantar
a la señora carente de dieta ni al señor carente de ducha. En su lugar, el
aroma de tu perfume acabó de despertar el único sentido que aún no había puesto
en ti pues, sin quererlo, y juro que sin quererlo, el movimiento del trayecto
hacía que nuestras piernas se tocaran. Ah! Tampoco he tenido el gusto… el gusto
de conocerte.
En situaciones así, en las que
intento que no se note que mi mente está dedicada a ti, pienso qué puede tener
esa persona en la cabeza: si piensa algo a cerca de mí o, simplemente, como
suele ser con los demás, soy ignorado.
Debido a los horarios, hemos
coincidido muchas veces en el autobús y, muchas de ellas, te has sentado a mi
lado. Ayer, en mi trayecto, otra persona cualquiera ocupó el lugar que en mi mente
estaba reservado para ti. Y te sentaste delante. Pensé: ¡Vaya! Hoy no…
Pero hoy, estando el autobús
prácticamente vacío, y yo sentado en la parte que tiene más espacio, puesto que
los asientos están situados frente a frente, has vuelto a aparecer, y has
vuelto a sentarte a mi lado. Ignoro si es casualidad, o si es porque he pensado
tan fuerte en ti que has llegado a escuchar mis palabras no pronunciadas y
quieres saber cómo acaba la historia. Quisiera saber si es casualidad que te
sientes a mi lado.
Por el camino, revisabas tus
redes sociales, y no he podido evitar dirigir la mirada para intentar saber tu
nombre, tu edad... No lo he conseguido. En ese intento, he observado tus ojos,
tu cara… tus piernas… Creo que eres bastante más joven que yo. Tienes unos ojos
preciosos.
Incluso he llegado a imaginar
cómo podría iniciar una conversación contigo, pero me da miedo ser rechazado y
tener que sufrir ese rechazo cada vez que volvamos a coincidir.
Como siempre, me bajo antes que
tú y, otra vez en silencio, me he despedido de tu compañía.
Espero volver a verte mañana y
que la casualidad, o la no casualidad, haga que te sientes de nuevo a mi lado,
de forma que la música no sea mi medio para amenizar el trayecto, sino que se
transforme en la banda sonora de nuestro
camino juntos y a la vez separados.
Y con esto, me despido como cada
día de ti: En silencio, como si yo no hubiera sido, como si yo no hubiera
estado…
martes, 14 de febrero de 2012
Llega el final del principio
Parece que la lucha de clases ha terminado y la clase media ha perdido. Ya somos instrumentos de explotación u objetos de uso empresarial.
Nunca he querido llamar "recursos" a los ingenieros o técnicos de mis equipos, puesto que un recurso es algo a utilizar, un objeto, pero un profesional es la base de una empresa y su funcionamiento.
Al final, es increíble que tantos años de lucha por derechos laborales hayan sido tirados por el retrete con un simple decretazo.
Supongo que la lucha de clases es como una onda, donde a veces estamos arriba y otras veces abajo. Es triste decirlo, pero en la historia, sólo hemos sido capaces de recuperar los derechos como trabajadores a través de la lucha activa. Algo me dice que, estando en la parte baja de la onda, la lucha debe comenzar de nuevo.
Españoles, aquí tenemos nuestra mayoría absoluta. Hemos confirmado nuestra desesperanza a través del voto. Hemos dado un paso hacia delante en el borde del precipicio. Hemos suicidado nuestro derecho a ser personas dignas....
Mientras tanto, a algunos sólo les preocupa tener o desear un feliz San Valentín. Este texto no es para vosotros.
Gracias, o no.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)