viernes, 8 de octubre de 2010

Debió ser un sueño


Soñé con la idea de un momento extraño
donde una princesa galopaba hacia mi reino...
y abrí las puertas de mi castillo aún en ruinas
para ofrecerle el agua de mis lágrimas
todavía presentes, y el pan de mi cuerpo entumecido
por los golpes de otros años.

Soñé con sus pasos intentando dirigirlos
hacia el comedor principal de mi morada.
Allí le ofrecí oro, incienso y mirra,
como si de un dios se tratara.

Soñé que me hablaba de su vida,
y aunque doliera su pasado,
escuché la desdicha de sus tiempos añorados
intentando ser el príncipe
que vive enamorado de una princesa sin vestido, sin joyas y sin carro.

Soñé su presencia abrazando mi torso perdido
que respira fuerte y ahogado,
que se siente fuerte a su lado,
que no se tiene en pie si no siente su calor,
que no planta con valor su postura de erguido.

Soñé que mis criados, señor mente y señor cuerpo,
cuidaban de su caballo:
lo limpiaban, lo acariciaban, le daban de comer...

Soñé que ella dijo: no! así no!
¡quien sos vos para tratarlo!
el corre libre y come lo que quiere,
cuando quiere y aún sin desearlo.

Soñé que montó su corcel enrabiado por el trato,
pues aunque fue cuidado con amor,
sólo quería ser cepillado, que le dieran de comer lo justo,
para sentirse saciado aunque
tal vez no fuera de su gusto

Soñé que galopó hacia el alba,
necesitada de otros campos,
rauda y veloz desapareciendo
entre los rastrojos que quedaron
de intenciones bien armadas de los que eran mis criados.

Soñé que era la princesa de mi sueño
y yo un caballero bien formado,
pero no resultó ser más
que el reflejo del deseo que se oculta bajo mi piel
de encontrar en el camino
una mera señal que me indique mi destino
hacia horizontes lejanos.

Y desperté, y miré por la ventana...
allí no estaba ella,
allí no había caballo,
allí no había castillo,
allí no habían criados.

Y pensé: Otra vez ha sido un sueño...


1 comentario:

Gemma dijo...

Y los sueños, sueños son...